Los santos inocentes

Los santos inocentes

Por jugarse irresponsablemente el día de los inocentes, a un hombre le dijeron que su mujer se había ido con otro, y del tiro le dio un infarto que lo mató sin darle tiempo a nada.
Es extraño que en muchas regiones del mundo ese día se tome para hacer chanza, siendo que se conmemora uno de los episodios más crueles de los que cuenta el Nuevo Testamento. Es posible que en el inconsciente colectivo la vivencia lúcida de esa imagen sea reprimida, o no se considere cierta, para desmontarla y convertirla en un chiste, como si se tratara de un hecho risible.
Según la historia contada tradicionalmente, el profeta Miqueas había predicho que al aparecer una nueva estrella sobre Israel, nacería un Rey que reinaría sobre todas las naciones. Y la estrella apareció seguida de tres sabios que preguntaban por el lugar donde estaba el futuro Mesías, para ellos conocerlo y brindarle ofrendas como se les hacía en Oriente a las divinidades, con incienso, mirra y oro.
Herodes el Grande, que gobernaba en Judea, Idumea, Galilea y Samaria, recibió a los visitantes y los atendió con los honores que se le concedían a los principales de otras regiones y les pidió que al conseguir al Niño, le informaran también a él para adorarlo de igual forma. El anfitrión los despidió y en el camino un Ángel les avisó a través de un sueño que no revelaran la ubicación del Elegido, sino que regresaran por otro camino a su tierra de origen. Al enterarse Herodes que los curiosos visitantes se habían ido sin informarle lo que quería saber, mandó a sus soldados a que mataran a todo recién nacido menor de dos años, para no temer que algún futuro rival lo destronara, como antes también había asesinado a una de sus mujeres y a dos de sus hijos, por temor a la competencia de su gobierno.
Más allá de la veracidad histórica de la muerte de aquellos inocentes menores de dos años nacidos en Belén, una aldea de Palestina que no sobrepasaba los 800 habitantes en ese momento, este hecho se inscribe en un mito de naturaleza más trascendente, la lucha entre el Bien y el mal, representados por los que ostentan el poder de manera inadecuada, y los que la vida anuncia como verdaderos redentores de justicia.
Es importante indicar que la condición de inocencia no sólo está referida a los niños, o personas de una cierta pureza. Este término se aplica igualmente a los que se inician en el camino esotérico, o de desarrollo interior, antes de alcanzar la maestría. Por eso algunos relatos ligados a las religiones, ilustran la vida de los avatares insistiendo en el mismo hecho, como ocurrió con Abel, el primer inocente asesinado por cuestiones de poder. Según el Génesis, los regalos que le ofrecía Abel eran gratos a su Señor, en cambio las ofrendas de Caín le resultaban indiferentes, por lo cual Caín, en un rapto de celos mató a su hermano. Con Krishna, encarnación de Vishnu, al igual que con Edipo Rey, asistimos a unas muertes por persecución política. Khamsa, tío de Krishna, intentó matarlo para evitar la profecía que anunciaba su muerte en manos de éste, o uno de sus hermanos, pero al no lograrlo mató a los menores de dos años que vivían en los alrededores, sin alcanzar a eludir su destino, pues en efecto, Krishna lo ejecutó más adelante.
En cuanto a Edipo, fue su padre Layo quien lo mandó a matar, pues conocía por el Oráculo de Delfos el fin de su reinado y su propia muerte por mano de su hijo Edipo, cuando éste creciera. Para evitar la profecía, entregó el niño a un campesino para que lo matara ese mismo día, pero el campesino no tuvo el valor de hacerlo y lo abandonó en el hueco de un árbol, para que las fieras se lo comieran, pero antes de caer la noche, otro campesino oyó los llantos del recién nacido y se lo llevó a su casa y lo crió, con lo cual se cumplió más adelante la amenaza anunciada por el oráculo.
En Moisés, el mito es menos personalizado, en el sentido de que no se orienta específicamente hacia una figura particular, como en el caso de Krishna o Jesús, sino a un grupo que representa los valores opuestos al régimen imperante. Sin embargo, responde al mismo principio según el cual, el temor del gobernante por ser sustituido en su trono, lo conduce a la persecución de los inocentes y al asesinato premeditado.
En términos históricos podemos hablar de la conmemoración del Día de los Inocentes, a partir de la Edad Media, desde el momento en que la Iglesia impuso esa fecha a finales de diciembre, para opacar la celebración de una fiesta pagana, el Día de los locos, que se acostumbraba en muchas ciudades de Europa, sobre todo el 28 de ese último mes, cuando era lícito burlarse de los otros y engañarlos de algún modo, para divertirse, llegando al extremo de acusar abiertamente a los altos personeros de la Iglesia y a las autoridades civiles de todas sus marramuncias, sin que nadie le pusiera coto a sus desmanes, por considerarse ese día como un derecho que tenían los siervos. En sentido explicativo sabemos que esa purga colectiva mantienen el equilibrio social.
En los estados andinos venezolanos y en algunos pueblos de Falcón y Lara se conserva esta celebración del Día de los locos, una tradición que ilustra los dos momentos del mito; el sagrado, correspondiente al recordatorio de la muerte de los inocentes en Belén de Judea, y el profano, que revive la costumbre medieval traída de España, semejante al carnaval que se instaura 40 días antes de la primera Luna llena de cada primavera, coincidente con el Viernes Santo.
Lo que si puede decirse de todo esto, es que los niños inocentes siguen muriendo, sobre todo los que presagian un nuevo destino a la humanidad. Pero la suya es una muerte del alma, una muerte de la esperanza, del bienestar al que tienen derecho por ser miembros de un planeta que amenaza colapsar si no modificamos nuestra actitud ante él. Lo más doloroso es que si persiste la actitud irresponsable en lo ecológico como en lo armamentístico, en lo creativo como en lo estético y lo moral, no existirá una generación venidera que recuerde a estos desvalidos. O en el mejor de los casos, esa generación sobrevivirá, pero será neutra, sin ninguna noción del significado y la evolución del corazón y la conciencia humana.

César Gedler
Wwwcesargedler.com

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