La pasión por la patria pequeña. William Rodríguez Campos

Gedler César (2008). Tren sin retorno. Caracas: Ipasme.

Textos que se juntan. Textos que se implican, separan y funden. Textos aparentemente inconexos, pero atravesados por una savia común: la pasión por la patria pequeña, por Los Teques. Marcha sin retorno en un tren que no recupera el pasado. Pasado sin premuras. Presente transmutado en tormento. Actualidad traumática amasada de fuerzas destructivas, cemento y escorias.
Ágil pluma, prolija pluma – la de Gedler – que esboza y colorea los más diversos paisajes gráficos y humanos.
Agilidad y arte de síntesis expresadas en un texto lleno de fulgor sentimental y reflexión existencial.
Eso produce una implicación del lector ampliamente beneficiado por ideas, reclamos y propuestas. Ya no se puede retornar, pero si se puede – y podemos – juntar voces, fuerzas y acciones para evitar mayor mal. El texto es, en este sentido, más allá de un diario personal, una voz que clama y golpea las conciencias. Conciencia, acción y memoria no deben perderse. Perderlas es un suicidio y una traición: a sí, a los otros, a la cuna del nacimiento.
La voz que escribe y encarna Gedler no es suya. Por su pluma-voz hablan los sin voz y los que ya hablan en otro mundo. Unos y otros son historia humana y cronológica. Esa es otra virtud del Tren de Gedler: en él viajan las artes y las ciencias, las gentes y los objetos.
Quien lea el libro – y puede hacerse fácilmente de una vez – se verá confrontado con mil ideas y poco menos personajes. En el escenario que esboza el autor actúan los “actores” principales y los otros. Quien sepa de este “teatro” se sentirá muy bien viendo actuar a sus conocidos. Pero – y esto es también un arte - el lego será conducido iniciáticamente a implicarse en esas prácticas.
En efecto, el conjunto de ensayos literarios que conforman el libro une lo sagrado y lo profano. Lo más místico y lo carnal. Sin excesos, pero sin resguardos, se manifiestan los textos, las historias y las sugerencias.
Destacado es el análisis existencial que hace de los personajes, de sus acciones y de sus orígenes y pasiones.
A través de ese esquema antropológico el autor narra tanto la vida de los sujetos como la producción de las tradiciones y la historia reciente de su pueblo natal.
La verdad es que su familia, sus amigos y los nuestros transitan, viven y mueren en las mismas vías, lugares y destinos. Ellos constituyen un mundo externo que internalizado se hace carne de gente. Si desaparece ese mundo se seca el interno en el corazón y las vísceras. El libro grita por la vida de adentro.
Los ya fenecidos laten en el recuerdo y los que están en este mundo, y gritan la vida, se asoman por las ventanas de este texto.
Un texto tejido de diálogos y amasado de relaciones humanas no se cierra a la palabra del otro; más bien la propone y estimula.
Es, pues, un texto de estudio y discusión. Es un texto que exige otros, me atrevo a profetizar. Es un libro en el que los textos reunidos, sometidos a ampliación, pueden generar otras obras y, sobre todo, acciones. Acción de denuncia y ayuda.
Acto de amor por un pueblo que ha producido gente, cultura y obras. Quiera Dios que la fuerza liberada por el texto se canalice y difunda, cree y alimente pensamientos y actuares. Un buen libro no sólo es el que se lee con fruición, sino el que inquieta y provoca; el que mueve y propone. Eso sucede con el texto de Gedler.

William Rodríguez Campos

Reseña de Marina Jacinto