El Candelabro

Hasta el día en que un alcohólico se chamuscó accidentalmente en la iglesia El carmen, se acostumbraba encender una velita a los santos en un candelabro colectivo, que ardía permanentemente como un rosario de plegarias. Inexplicablemente, el accidentado traía una botella de queroseno en la mano, y en vez de ponerla a un lado para encender el cirio y hacer su petición, hizo todo a la vez, con un resultado fatal para él, y para el resto de la feligresía, que desde entonces -por órdenes del padre Juan Egarrondea- no pudo cumplir más con el rito tradicional del fuego, sino que debió contentarse con un bombillito que hacía las veces del ofertorio sacrificial, aunque no diera calor, ni derritiera la esperma, como al creyente le parecía conveniente, para que el santo de su devoción le remediara su necesidad.

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