El Dia de los muertos

Pa mi la vida es un sueño
y la muerte un despertar
Corrido mejicano

EL DÍA DE LOS MUERTOS

El culto a los antepasados es un tema recurrente y de honda significación que aparece en casi todas las culturas. Muchas de estas formaciones humanas buscaban la comunicación con los seres fallecidos a través de rituales y prácticas mágicas; otros en cambio, como los hebreos a partir de Samuel, proscribían estas prácticas y castigaban a los infractores que invocaban a los muertos.
Mientras los pueblos mantuvieron una relación viva con los ciclos cósmicos y estacionales, los ritos de fecundidad se establecían en primavera (tauro) y reservaban para el otoño (Escorpio) los de muerte y reencuentro espiritual con los antepasados y los protectores clánicos.
La fecha escogida para estas ceremonias coincidían con las del signo Escorpio, por guardar una íntima correspondencia con el significado que se le atribuye en occidente a este signo de las transformaciones, de la regeneración y de la muerte.
Plutón, el planeta que lo rige, es la versión romana del Hades griego, una divinidad cuyos dominios se extienden hacia el mundo del subsuelo, una metáfora del inconsciente personal y colectivo, de los instintos y de las pulsiones (sexo y agresión) que manejan los hilos de la conducta desde el transfondo animal humano. Como Señor de los Muertos, se relaciona con el arquetipo de los comienzos y los fines, de la muerte, del renacimiento y la reconstrucción, y nadie entra en su reino (lo inconsciente) a menos que él lo permita, como pasa con el sueño, los mitos, la creación artística, y los actos clarividentes.
En sentido simbólico, Scorpio y Plutón, su regente planetario, aspiran la reunificación, la unidad. Es el signo que tiene más ideogramas: la serpiente del edén; el aguijón escorpiónico (la sexualidad), el dragón, el águila y el ángel. Juan el evangelista le sirve de soporte en los frontispicios de las grandes catedrales. Su elemento es el agua profunda de los ríos por la intensidad, y su mineral es el plutonio, por su capacidad destructora.
Desde la antigüedad se le asigna a Plutón la activación de la fuerza Kundalini, es decir, de la corriente que serpentea desde el chacra muladhara, situado en la base de la columna, hasta el chacra sahasrara, en la coronilla, y que nos permite trascender las limitaciones de la conciencia habitual hacia campos más abiertos, hacia lo transpersonal, y de este modo alcanzar el equilibrio mente –cuerpo- espíritu, en una forma de percepción del mundo que unifica la llamada conciencia posible, la que nos hace saber que todo está unificado, que nada en el universo existe aisladamente.
En su orden regular, el Sol recorre la constelación del escorpión desde el 23 de octubre hasta el 21 de noviembre, el momento vespertino del año, en que la naturaleza se despoja del remanente de la última cosecha. Este período estacional equivale al ciclo menguante de la Luna, al momento de interiorización de la energía, tanto en la naturaleza como en el hombre. Es el tiempo de retorno al caos primordial, del descenso a las regiones neblinosas, al mundo de las sombras, en el que se vive la agonía (lucha) de lo que fue con lo que habrá de ser.
A partir del sincretismo entre cristianismo y estas manifestaciones paganas, la Iglesia impuso en la misma fecha, el 2 de noviembre, como el día de los Santos y de los Fieles Difuntos, para absorber de forma transcultural una tradición cosmogónica contraria al esquema de nacimiento y resurrección que establece el canon doctrinal, sin quebrantar el ritmo cosmológico que los pueblos venían celebrando secularmente.
En el Trópico caribe, este día nunca tuvo la relevancia que alcanzó en las tierras estacionales, donde la sensación de vida y muerte es más sentida por la llegada de la primavera y el invierno. Para nosotros, que vivimos en un verano permanente, la muerte es temida y rechazada en todas sus formas, como enemiga de la alegría y el placer. A lo sumo, en este día se visitan los cementerios y se ofrecen misas para el alivio de las penas de las ánimas penitentes, pero a excepción de algunas etnias como la cariña que celebran ese día el akatompo, un rito mortuorio, no se acostumbra ningún tipo de ceremonia colectiva que signifique algo fundamental en el sistema de creencias imperante.
Sin embargo, estas ceremonias de reencuentro, conservan algo de su aspecto primordial en algunos lugares, como Méjico, Chile o Brasil (día do finado) donde se mantienen vivas algunas costumbres relacionadas con la música, la comida y la bebida, en una impresionante similitud con las celebraciones de los tiempos anteriores por toda la comunidad, a través de cantos, plegarias, comidas y bebidas ofrecidas a los parientes difuntos. Asistidos por el chamán, la mayoría alcanzaba el trance por medio de bebidas y drogas alucinógenas que les permitía cruzar el umbral y encontrarse con sus muertos en otras dimensiones, quienes en ese momento son percibidos con la forma corporal que tenían en vida, para guiar y acompañar a sus descendientes por un tiempo permitido.
El reconocimiento de este ritmo solar y humano de nacimiento, plenitud, decadencia y muerte, se está recuperando en nuestros días por mediación de un pensamiento y una sensibilidad que aspiran a la unidad o integración entre las llamadas fuerzas internas y externas. Hoy, cuando el hombre de occidente está sintiendo la intervención del Sabio Interno, tiene sentido pensar de modo abierto la relación con nuestros antepasados, es decir, nuestras viejas voces, las voces atávicas, que nos advierten desde las sombras, la necesidad de respetar los ciclos y el equilibrio ecológico y humano, el despliegue rítmico de la Physis, en cada una de sus manifestaciones. De lo contrario, la fuerza plutoniana pudiera hacerse sentir de modo irracional, tanto en el poderío bélico como en la insurrección de las masas, en las acciones violentas de las aguas y la tierra, en la pérdida del equilibrio ordinario de la mente, en la ruptura de las defensas orgánicas, y en el don del acercamiento también.
Aunque el tema, al que creemos conocer y del que casi nada conocemos, en apariencia es del dominio de muchos, debemos advertir que la mayoría sólo tiene de él una referencia intelectual, sin ninguna experiencia trascendente que le permita un giro en su propia vida y la adopción de otras referencias.
Como ya estaba previsto en diversas profecías y sistemas de sabiduría iniciáticas -que el calendario Maya sitúa el 21 de diciembre del 2012-, la terminación o cierre de un gran ciclo que incluye al hombre, los planetas del Sistema Solar y la Vía Láctea, se está cumpliendo de manera sorprendente con todas sus consecuencias en el porvenir de la esperanza.
César Gedler
www.cesargedler.com

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