LOS RITOS DE UN HACEDOR DE PALABRAS

     Mis abuelas Juana Evangelista León y Ana García eran auténticas sobrevivientes de un mundo que nosotros   -  mi generación   - tuvimos el invalorable privilegio de escuchar, en los relatos y cuentos de esas dos viejas maravillosas. Recuerdo a Ana contarme el día en que las gallinas fueron a dormirse al mediodía, porque el cielo se había puesto oscuro. Claro que era un eclipse, y Ana no tenía la más remota idea   - y no tenía por qué saberlo   -   de ese fenómeno espacial. Un milagro, me decía. Y de Juana Evangelista recuerdo que, según mi papá, ella aseguraba cuando muchacha  - época de Cipriano Castro   -   que el río Tuy era el más grande del mundo. Claro, Juana León no había salido nunca de Tacarigua de Mamporal; y cuando fue a ver a su otro hijo reclutado en Ciudad Bolívar, y vio el Orinoco, me decía : “carajo mijo, el Tuy es solo una piche quebradita”

     Cuántas cosas le ha contado y le cuenta la maestra Mercedes a César Gedler. Tantas, que Mercedes,  como Ana y Juana Evangelista son personajes que están más allá del bien y del mal; son intermediarias de la vida y de la muerte. Son secreteras. “La llamada del mensajero puede ser para la vida o para la muerte”, dice Joseph Campbell. Como César pasó el umbral de la vida, se mueve ahora en un paisaje de sueños,  colmado de formas curiosamente fluidas y ambiguas. Precisamente estas formas son las que generan que este hacedor de imágenes que es César, revele en Rito de palabras, todo un vasto horizonte simbólico, que la más antigua tradición nos ha transmitido y que constituye la base de toda nuestra actividad, no sólo artística sino existencial, y que se relaciona, a su vez,  con todo el panorama que nos viene ofrecido por el mundo de las formas, en sus variadas y mudables aspectos.

      Si la ciencia nos transmite   -  a través del lenguaje   -  algunas nociones precisas, objetivas, convalidadas por el uso y la experiencia, Rito de palabras nos muestra un sorprendente camino de sentimientos, impulsos, instintos artísticos, que no puede ser cedido sino a través de la metáfora, o de los símbolos figurativos. Es un libro para la vida y para los amigos. Campbell afirma que “desde el punto de vista del camino del deber, el que es exiliado de la comunidad es nada”. Por eso Rito de palabras es un texto para la comunidad, que es también hacedora de mitos y de metáforas.

      César Gedler sigue siendo leal a sí mismo; por lo tanto es fiel a Mercedes, a Ana, a Pedro, a Ramón, al indio, a Juana, a Pablo, al Gavilán, a Victorio, a Nicanor, a Margarito, es decir al mito, a la historia y al arte. Porque todo eso está presente en este hermoso libro de César;  ya que al terminar de leerlo, hemos intuido repeticiones de una historia tradicional, de creencias ancestrales. El mismo César nos dice que uno de los papeles del hechicero, es “recuperar el alma del hombre común, que vive el olvido de sí mismo”. Y es justamente por medio del canto popular, o de la presencia difusa de la reina María Lionza, lo que nos permite devolver esas imágenes a la vida, que son las huellas luminosas de un pasado inspirado. Esa es una de  las motivaciones de Rito de palabras: revelarnos los escondidos procesos del enigma del hombre latinoamericano, a través de  César Gedler, un hechicero de la palabra...

Héctor León García

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