Un Tren que no se detiene

”TREN SIN RETORNO”

CESAR GEDLER

“Cuanto he perdido lo hallo a cada paso y me recuerda que lo he perdido”. Antonio Porchia.

Si la nostalgia careciera de definición, por antonomasia “Tren sin retorno” se la daría. Hace veinte años o más, un amigo que atravesaba una crisis existencial-así me lo dijo-, me pidió que lo acompañara a los Teques a visitar a un hombre que, seguramente al conversar con él, lo sacaría del trance; como no tenía en ese entonces las responsabilidades que ahora ostento y, recién llegado a Caracas, dispuesto a conocer todo lo que me sirviera de guía y ayuda en mi orfandad de provinciano- dije:
-¡claro, vamos a conocer los Teques y también a ese “gurú” que dices te puede ayudar!.

Llegar a los Teques y caminar bajo su cielo grisáceo, es una imagen que después de una veintena de años, aún me acompaña. Nos dirigimos desde la plaza Miranda hasta el “Bungalow”, donde nos esperaba el hombre. Al presentarnos, la seguridad y firmeza con que estrelló su mano contra la mía, me hicieron pensar y además sentir -en el sentido metafísico- que realmente estaba frente a un “gurú”, solo dijo su nombre– César- con la sonrisa invencible que desde ese día mantiene intacta e irremovible.

“Jochao”-como decimos los zulianos-, nos contaba aquel día que, ya estaba por salir de la imprenta la “obra Dispersa de Hernando Track”, recopilación critica que habría hecho de todo lo escrito por este autor poco después de su muerte.

César Gedler- escritor y cronista con sensibilidad blindada y con espíritu de verdadero artista; curtido, como está de vivencias y lecturas: vivencias de niño, de joven y aún de adulto en la ciudad que recuerda suya pero que el destino, siempre fiel, terminó acabándola; lecturas esenciales y profundas; Saint –Exupéry, Stefan Zweig, Óscar Wilde, Albert Camus, Sartre, Nietzsche, pero también: Torrealba Lossi, Arístides Bastidas, Rafael Cadenas, Sánchez Peláez, Uslar Pietri, en fin, la lista es larga y amplia en matices, nos trae un singular compendio de hermosas y rítmicas crónicas “arrebatadas”-se nos antoja el término- a la memoria que cuenta y canta las bondades que una ciudad como “Los Teques” poseía, no obstante el afán desmedido de los que hacen tesoros en la tierra donde, -parafraseando el texto bíblico- la polilla y el orín corrompe…Junto con los aspirantes “mesiánicos” a los puestos políticos que representarían la “dignidad” y prevalencia de ella en el tiempo; la traicionaron como el Judas a Jesús, permitiendo la demolición de toda su infraestructura tradicional y peor aún, de su memoria.
Con detalles cadenciosos, jocosos, pero no menos añorantes; Gedler nos ofrece cuadro tras cuadro, las pinceladas que su tierra mirandina le brindó en los momentos de la vida donde no cabe tristeza porque: “aún no ha brotado el alma”, como dijera Simón Rodríguez; pero igual en momentos donde afloran a plenitud, los duendes que van moldeando nuestros caracteres, nuestras pasiones y las mujeres y hombres que vamos siendo. En tono de saudade, va evocando con voz firme, efluvios de una ciudad que no volverá a ser: de andanzas, tertulias, estructuras arquitectónicas, personajes reales y curiosos cuyas vidas parecen formar parte de un rompecabezas que solo nuestro autor puede armar con la precisión y el rigor que supone la irreconciliación con el presente. como él nos señala, narrados en dos momentos:

“Algunos relatos están narrados desde mi nostalgia habitual, mientras que otros se despliegan en el humor, para que aparezcan con luz propia”.



Larry Salgado (periodista)

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